sábado, 11 de junio de 2016

Matarile rile rile



TIC – TAC – TIC – TAC…
-          ¿Dónde la guardé?  – se preguntaba en voz alta el anciano que, con manos temblorosas, rebuscaba en los distintos cajones de la cómoda, lanzando las cosas guardadas en ellos en distintas direcciones.
TIC – TAC – TIC – TAC…
-          Hubiese jurado que la dejé aquí, ¡aquí mismo! , ¿cómo es posible que no esté ahora? – habló  visiblemente nervioso.
Estaba sólo, como siempre había sido, nadie podía haberla cogido, pensaba para sí mismo, ¿para qué hubiese querido nadie coger una ordinaria llave cuando sólo tenía importancia para él y nadie más? Cuando en la casa podía observarse a simple vista, multitud de objetos de valor que habrían atraído la atención de cualquier amigo de lo ajeno, como para fijarse en una vulgar llave.
El anciano se jactaba de tener una mente extraordinariamente lúcida, para cualquier persona a su avanzada edad. Podía exponer, con minuciosos detalles, hechos acontecidos mucho, mucho tiempo atrás, pero también se acordaba de esas cosas cotidianas que hacía todos los días… qué había desayunado, cómo había limpiado las migas de la mesa, lo que había leído en el periódico hace escasamente unas horas, las palabras de cortesía que había cruzado con su vecino del quinto.
Llevaba la tosca llave siempre colgada de una cadena sin atractivo alguno, alrededor de su cuello, y no era una tarea simple, a pesar de su tamaño comedido, ¡la llave pesaba lo suyo! La fría mordedura del metal contra su piel, y el lastre que marcaba su cuello, le recordaba, segundo tras segundo la importancia de mantenerla cerca de él, aquel para quien sólo tenía significado esa ¡maldita llave ahora desaparecida!
Sólo se la había quitado unos escasos momentos, lo justo para asearse, y, como siempre, la había colocado con denotado esfuerzo sobre la bandeja de plata, que se haya sobre la cómoda que estaba asaltando.
TIC – TAC – TIC – TAC
El anciano sudaba copiosamente, debido al esfuerzo que estaba realizando en, hasta el momento, frustrante búsqueda… ¡maldita llave! ¿Dónde estarás?
Con acuciado esfuerzo se puso de rodillas y miró debajo de la cómoda.
Nada… nada de nada…. ¿pero cómo demonios era posible que la hubiese perdido?– se seguía preguntando. Si hubiese tenido aún pelo, se lo habría arrancado ahora mismo, presa del desasosiego que le embargaba.
TIC – TAC  - TIC – TAC
Quedaba poco tempo. Levantarse fue más duro que arrodillarse, las articulaciones se resistían, cuan oxidadas bisagras sin aceitar, pero el punzante dolor le recordaba al anciano lo vivo que aún se encontraba.
El viejo se sentó en el filo de la cama, deshaciendo la perfectamente arreglada y cuadrada colcha.
-          Queda ya poco tiempo – expresó el anciano, encogiéndose de hombros, lanzando un profundo suspiro mientras agachaba la cabeza con resignación, y se masajeaba el pecho, con cuidado, allí dónde se dice se encuentra el corazón.
TIC – TAC – TIC – TAC
En el silencio que reinaba, ahora que el anciano había claudicado ante lo inevitable del destino, el sonido del segundero martilleaba sus tímpanos, con un ritmo en “crescendo”, del cual el viejo comenzaba a ser dolorosamente consciente.
TIC – TAC – TIC – TAC
El anciano se tumbó sobre la colcha, cerró los ojos, se abrió la bata, y rebuscó a tientas, en la oscuridad que reinaba tras los párpados, con dedos temblorosos y arrogados por la edad, la cerradura que se encontraba en su pecho, justo un poco a la izquierda del centro, allí dónde tiene que encontrarse el corazón.
TIC – TAC – TIC – TAC, golpeaba con estruendo en los tímpanos del anciano el paso de cada segundo.
TIC – TAC – TIC …
El reloj paró, gastada la cuerda, y el viejo dejó de respirar en ese mismo momento, flácido sus miembros cayeron junto a su cuerpo.
A los pocos segundos se oyó un maullido, si el anciano hubiese seguido vivo habría visto adentrase en la habitación al gatito del vecino quien, de vez en cuando iba a su casa, buscando las latas de atún con las que el anciano le agasajaba. Lentamente el felino se acercó a la cama, para colocarse junto al anciano con un ágil salto, y allí, se hizo un ovillo junto al viejo, y dejó caer sobre la mano abierta y ya por siempre inmóvil del anciano, lo que llevaba en la boca… la llave colgada de la cadena que el viejo había estado buscando con tanta ansiedad, la llave que permitía darle cuerda al reloj de su corazón.



En este blog que acabo de inaugurar, iré subiendo distintos relatos que saldrán de la factoría de ideas que se haya dentro de mi cabeza.
El objetivo es dar a conocer y compartir con todos aquellos que me sigan, las historias que vayan surgiendo progresivamente.
Si me gustaría que, a cambio, me dieseis vuestra opinión sobre los relatos que vaya exponiendo.
Un cordial saludo a todos vosotros.

- Toni Tosso